jueves, 31 de mayo de 2012

El Advenimiento de un final inexplorado.

Los años parecen cazar al hombre tentado por el vuelo de una trasparente cometa. El vuelo añorado hacia el mundo de colores parece ser más lejano e inalcanzable; cuando los sueños sucumben y la nostalgia te atrapa despierto, lejos del mundo que quisiste, aquel en donde volabas mil pies sobre los hombres y las personas no te alcanzaban, ni con una escalera llamada inmensidad. Tengo treinta años, empiezo a ver, a contemplar cómo el ocaso progresa muy lentamente y las alas de libélula en mis espaldas comienzan a caer a esperas de la promesa de emprender el vuelo que nunca llegó. La vida es más corta de lo que imaginaba; a mi tercera década de existencia, siento en mí un anciano marchito que no cumplió sus promesas de recorrer el largo camino y descubrir lo inexplorado. Sentado en mi escritorio, en una noche callada y calurosa, con una diminuta lámpara que alumbra escasamente, leo a Neruda en un libro. Un ángel de alas negras y mirada triste desciende de arriba, traspasa el techo como la brisa traspasa una vieja y corroída cerca de angeo. Pone su caucásica mano sobre mi hombro y sus plumas negras como el carbón se desprenden y una mirada lúgubre y triste emana de sus ojos.

Volteo a observarlo sin sorpresa: la noche lluviosa en un individuo que nunca vi, ni esperé, pero que ha venido a anunciarme algo, o ha venido a despedirse. Me observa sin pronunciar ni un fonema, toma asiento en una de las sillas de los alrededores. ¡Su rostro!.. su rostro no cambia de expresión, es llano, perpetuo, pero sus ojos me dicen que estoy perdido en una selva inmensa como el planeta; que eché a perder el vuelo y que la calma y el silencio lo ha llamado. La quietud de un hombre que no aprovechó el trigo en época de colecta. Su rostro es hermoso y natural, empieza a marchitarse como una rosa que ha sido cortada para embellecer el ego d alguien deseado. Envejece, ¿no es acaso un ángel?. Su piel envejece y palidece, su galante cuerpo comienza a encorbarse y su oscuro cabello  cae, al igual que las hojas de un otoño que no será invierno. Sus plumas siguen cayendo, su túnica gris se torna sucia y andrajosa como las ruinas del coliseo romano. El silencio alimenta el progreso de un sueño de claveles cortados, el ángel trunca su ser como un espejo refleja la miseria del hombre y el tiempo aliado con el miedo es la langosta de todo trigal. El perro aúlla y no es consolado por nadie.

Le pregunto qué se siente ser escolta de un individuo que le ha escupido la cara al dios de los cielos, qué recibe al ser tomado como una entidad de porcelana que adorna la sala, igual que aquellos elefantes sobre la mesa de mi tía adornados con billetes para atraer la prosperidad económica, aquellas estatuas inocuas que no balancearon una sola pata, no avanzaron un solo paso, ni dejaron huellas. Él dice que la libre elección es la mierda de la eternidad, y que su jefe ve en la humanidad un circo de animales no amaestrados y que su máximo pecado es observarnos, tal como miramos en el cine una película ya filmada y editada sin poder modificarla.

Sonríe, sus huesos están forrados por una delgada capa de piel y sus ojos saltones por la sequía de mis actos o ausencia de ellos, lo hacen manifiesto de que la eternidad es solo una ilusión, al igual que el tiempo y la perfección de todo ser. Recuerdo cuando quise ser un músico clásico y observaba con amor mi instrumento. Con mis manos, a pasos lentos y a progresos letales, ungía la melancolía con el arduo alimento de ser recibido por la esperanza de las puertas abiertas de un paraíso personal. Mi sed de prostitutas y mi alma encarnada en la fornicación y el deseo descontrolado, hicieron de mí la obsesión de interpretar otro instrumento: mi "genitalidad".


-¿Tu nombre? -Le pregunto a lo que él contesta:

-Igual que el tuyo, sabes que soy tu reflejo. ¿Esperabas acaso a Gabriel? No eres virgen, ni profeta. Vine a ti por cuenta mía, no a anunciarte algo, solo llegué y punto; el objetivo interprétalo tú a tu libre deseo. -Sonríe sarcásticamente, con cara de melancolía: -Volveré cuando dejes de existir, y tu carne sea solo tierra o cenizas.

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