jueves, 26 de abril de 2012

Conflicto.

Cuando quise invocarte, los ángeles me miraron como el ser que temía  a los deseos más bajos y asquerosos. nos vio el sol cuando tapábamos con sombras la sangre que hicimos derramar con nuestros pensamientos. Me siento el resultado de una regurgitación hecha por quien comió cadáver y masticó defecación. Los ángeles, ¿cuáles ángeles serán? no lo sé, pero eran los impostores en mi memoria y mis entrañas. Militan en los anhelos más sucios y desvirtúan la libido, postran los sueños y amasan con manos sangrientas las pieles de los no-amados y de los que no aman; sientes el morbo de acuchillar sus pectos y exacerbar sus vísceras con la más cuantiosa reprimenda de amor retorcido que sienta la noche por mí, la noche sin astros, nublada por sombras grises y erecciones fuertes: perturbación, irritación, exacerbación, demencia, sofocación, excitación, felación, náuseas, vomito, remordimiento temporal que volverá cuando la sangre irrigue mi genital y mis labios resecos ansíen el agua cristalina que no he de beber hace años. Habré de llorar, mientras copule y mis orgasmos serán como orinar agujas; cuando su carne me incite a la cópula y al tacto, pero entre su pecho no haya sonido alguno, no haya matiz, ni ritmia.

martes, 17 de abril de 2012

Lo profundo de lo incomprensible.

Me siento tan extraño, este lugar exhala neblina y una fría sensación de sueño. Paseo en una barcaza vieja de madera, que desplazo remando muy lentamente, parece un terreno inundado, algo que fue tierra firme alguna vez. Veo una casa vieja de madera que está inundada a la mitad, tiene enredaderas, manchas de fango oscuro y negro como si fuera petroleo crudo que la cubriese. El sol es demasiado tenue y es exagerado el montón de nubes, nubes grises que poseen el cielo; ya me siento degradado y hay algo aquí que es maligno, pero no sé que es, o quizás lo es todo. Insisto con lo del día: parece un eterno letargo de invierno, como si estuviese a punto de llover violentamente en pleno ocaso, pero es así siempre; esto no parece real, o quizás lo es. El supuesto río es completamente estático, no hay movimiento, ni ligeras turbulencias, pero sí únicamente las que genera mi canoa en donde me desplazo a encontrarme con mi más oscuro "yo" que es el umbral de los más bajos deseos, del erógeno movimiento de entidades malditas que habitan este pantanoso olvido. Este es el lugar en donde lloran las doncellas que querían masturbarse desmesuradamente y fornicar en vida, de aquellas que sentían soledad, amargura y tristeza por no saciar su vacío: de aquellas que se cortaron las venas, ingirieron veneno o se ahorcaron con una soga en las vigas de sus casas, pero más aún de estas que se amarraron las sogas en sus gargantas mientras sentían la respiración del demonio en sus oídos. Remo y remo buscando un espanto que me asuste, que me atormente, que me torture y a la vez que me provoque, que me existe, que me haga querellas con sus juegos sexuales; busco subcubos que me entretengan y me maltraten, pero todo esto lo hago inconscientemente, como si hubiese sido anestesiado y bajo hipnosis; siento al exacerbada adrenalina que me recorre todo, a pesar de una aparente calma y un aparente silencio que lo ensordece todo. Veo a mi padre a lo lejos y a un sacerdote católico anciano vestido de hábito negro acercarse a mí, entre la espesa niebla sobre otra canoa, se acercan demasiado lento, parece que quieren matarme el ensueño. Una mujer en el aire flota alrededor, se ve algo transparente como una medusa o una aguamala, trae un velo ligero como faldilla en su cintura y unos calzones ligeros y blancos que no cubren bien su erotizada vagina; ella se ve esbelta, delgada, hermosa, de senos firmes y deliciosos, pero sus ojos exhalan tristeza y un odio amargo y quiere vengarse de mí y atormentarme. Se acerca a nosotros pero su fin soy yo; me enseña obscena su cuerpo con los actos más sucios y exquisitos hasta domarme, luego trasforma sus ojos, solo sus ojos en los de un malvado engendro e irradian penumbra y el propio infierno satánico me lacera asquerosamente y quiero encontrarme en otro lugar, hallarme en otra circunstancia, pero no puedo dejar de doblegarme y esto ya no sabe a placer, es como estar hundido en mierda fétida, pero no por el olor, sino por repulsión. Mi padre y aquel cura oran un salmo y el Magníficat y parece surtir algo de efecto, pero lento y ligero, y el escenario mas la mujer se disipan, pero parte de mí no quiere que se desvanezcan y lloro por eso, porque se van, porque vuelven a ocultarse a lo profundo de mí, aunque voy abriendo los ojos y se alejan no se hasta cuando, aquellos recuerdos.

el llanto inconcluso

Muchacho, no llores,
calma las ansias del miedo,
da un paso al frente
aunque el abismo se encuentre.

Muchacho no llores, 
solos nacimos,
solos morimos,
el llanto se olvida,
ni llena una tina.

Muchacho no llores,
tu madre no escucha,
tu padre está ausente,
tu dios es un mito,
la cruz es madera,
el cielo un espacio, no un palacio.

Muchacho, no llores,
no has perdido la inocencia,
no has perdido un brazo,
perdiste un suspiro,
una roja rosa,
no es tu cuento tragedia,
es morir a un trayecto
donde carcome la flora.

Muchacho, no llores,
blasfema un poco,
quebranta la ventana,
fúgate en un ave
que no sea paloma,
que no sea cuervo,
en un colibrí danzante,
inmerso en la floresta
donde serpientes
y águilas acechan.

No llores muchacho,
no estas sangrando,
el silencio se acobarda
cuando tus ojos
son el desierto
y tu mente
la memoria de un senil
anocheciendo.

Canto a la vieja locura

El maligno, lleno de asombro,
esparcido bajo la bóveda
ríe silenciosamente;
la indignación de la hierba
exhala un silencioso y profundo
ejército del sueño;
la esquizofrenia del sabio
la aflicción de Adán,
la muralla de cristal del cielo...
lloraba de miedo;
el tiempo empezó por fin a palidecer.


Imagino los goznes viejos
en busca de guijarros,
entre las fuentes y las flores,
en nosotros los sentidos, sus espíritus;
aquellas formas resueltas,
la furiosa sed,
los próceres bosques
que bailan bajo la luna...


¿y el cuadro...?
un ligero rastro,
una gran diferencia,
un gran fulgor
de los pequeños viajeros del mar;
un sitio, un lugar donde resistir,
teñido con la sangre de Leviatán.


La justicia es semejante a la derrota
de las ordenes de Yedra;
brillante incendio en un viejo bidé;
las sombras cuando salieron
a la epidermis mojada.


¡Bendita seas victoria...!
¡déjame tú, me arde!
y permanezco inmóvil;
despertaste de un sueño
en el que existieron
edificios rectos
y luces frías.


¿A qué viene esa realidad
que se nos va a morir?
Ahora volveremos
a ser nosotros mismos,
sin mas alivio o belleza
que el trémulo gesto se lleva.


lunes, 16 de abril de 2012

cascadas de mi mente atrofiada

Diluvio antológico insiste cual proeza,
maniático extraño y bienvenido, 
molusco que taladra mi cerebelo, 
donde quiera que valla las imágenes sumergen,
las aves nadan bajo el agua y los peces vuelan,
un paso adelante doy, me muevo, caigo, sonrío;
emerjo y trasciendo como ola sobre proa,
y el titilo de segundos exacerba
como el caldo del ritmo surcando un tic nervioso
y bebo un café en honor a ocio claustrofóbico
de la risa y la ciencia de los límites extraños
como algo ilimitado en el tedio fantasmagórico
de la luz multicolor que vuelve en sí a su círculo:
eterna y finita al mismo tiempo.